Saturday, February 21, 2009

A place called hate (parte 2)

Como lo prometido es deuda, aqui está la segunda parte del cuento «oscuro»

Parte Segunda


Ethel Horror cumplía un año exactamente de haber llegado, a principios de mes. Toda su familia había sido aniquilada misteriosamente por una extraña enfermedad durante la guerra y ella fué exiliada de su comunidad. Tuvo que atravesar por lugares desconocidos y escabrosos antes de llegar a esa tierra de nadie y ésa noche, entró a la ciudad. Ni un alma, ni un ruido. Solo la luna iluminaba el camino y antes de que se ocultara tras las espesas nubes, la chica divisó una sombra que se movía a lo lejos, y siguiéndola, sus pasos la fueron llevando hasta el cementerio abandonado, que estaba lleno de cuerpos que surgian devorados por los lobos que surgían de la espesura de la noche... finalmente ella pudo entablar comunicación con el enterrador, quien le dió alojo sin interés alguno, cosa que Ethel aceptó. Lo que ella no sabia era que la gente del lugar afirmaba que este ser ya estaba muerto, que lo mandaron asesinar hacía ya bastante tiempo y cierta noche su tumba habia sido violada y mucho tiempo despues, él surgio repentinamente, como si hubiera vuelto a la vida.
-jajaja- reía Ethel, divertida -¿cómo es posible que afirmes ser un muerto viviente? ¿no es eso, en principio, una contradicción?
-no te burles, pequeña, que pronto sabrás que los seres de la noche existen, que poderosos vampiros deambulan entre nosotros, por todas partes.
-¿y por qué no los vemos? ¿por qué la gente no sabe de ellos, eh? ¡es una gran tontería!- decia con su risa nerviosa.
-la incredulidad, tal como tu lo demuestras, es su poder. Si nadie cree en ellos, ellos se encuentran seguros y actuan silenciosamente...
-sí que estas loco...- dijo Ethel, pero una duda se sembró en su corazón. Empezó a mirar sigilosamente los movimientos del enterrador; éste era pálido, alto. Su ropa raída y sucia despedía un olor nauseabundo y solo salía de noche perdiéndose entre las ruinas del lugar. Ethel se preguntaba qué comía éste tipo, ya que nunca lo habia visto probar bocado alguno. Sólo una vez lo vió atrapando una rata, a la cual le cortó la cabeza y con risa demente, empezó a lamer la sangre. Durante las noches de luna llena, él salia y se internaba en lo mas espeso del lugar y la gente, temerosa, se encerraba en sus casas. Solo Ethel miraba al pobre enterrador con ojos de compasión, ya que él estaba tan solo como ella.

Meses de silencio...

De los meses pasamos a los años... Que rápido se va la vida escurriendo como cera entre los dedos, incapaz de volver atrás. Hoy perdí la cab...